En esta nueva época, no puede ya sostenerse
el trueque del afecto, como condición segura, que siga alejando el miedo a la
soledad.
El agotamiento del material
experiencial, en el campo de lo afectivo, por extinción de los modos antiguos
de relación que buscaban mantener a
alguien ligado al yo, para no parecer solo y acallar el vacío existencial, nos
trae una nueva etapa, de transición, para preparar la incipiente manifestación
del amor como el nuevo modelo de relación.
Los Afectos: como vínculos
interesados nacidos de la cercanía vincular, son usados como moneda de cambio, y
por ello han promovido las desdichas
emocionales, desde que la consciencia de pertenencia se instauró en el planeta
Tierra. Normalmente al no recibir, las personas, la cuota de afecto que, supuestamente, le correspondería, al
pensarse querido por otro, se iría
disolviendo la idea inicial de afecto, qué no era más que interés, que mutará hacía una nueva idea desde donde no
podrá ser verdad ese querer, al no corresponder la intensidad afectiva que
recibe con la deseada, y así el otro perderá
todo interés para él y ya dirá que no le ama.
Las relaciones, que han sido
siempre tratos afectivos, acuerdos transaccionales de sentimientos inventados,
trueques valorativos del “yo” que busca que le quieran, a veces a costa del
verdadero amor, están sucumbiendo ante la emergencia de modalidades de vida, en
el reino humano, cada vez más autónomas, y centradas en la independencia, que fomentan
el aumento de la insatisfacción en la relación, como nuevo eje de vida que
impulsa a la evolución. No es necesario
ya el clan, la familia, la patria, o la religión, para asegurar la existencia
del amor, pues es la hora del hombre y de la mujer “solo”, como eje vincular
con uno mismo que permitirá la relación desde el amor con otro ser.
Desde la autonomía personal,
desde la emergencia de una nueva necesidad de vida en relación, pareciera
imposible sostener los vínculos que en otra etapa de la vida se mantenían por
institución, tradición o miedo. En esta encrucijada vincular, se mueve la
humanidad, que aún no ha entrado en la visión del amor como eje relacional y ya
no puede mantener la vida desde el trueque afectivo, por haber despertado en
las personas, la exigencia de la satisfacción como símbolo del querer.
El pensamiento más extendido
hasta ahora, en el ámbito de las relaciones y que ya empieza a ser insostenible
es: Me quieres si me satisfaces, si te acoplas para mí y desapareces como tú,
para ser siempre hacia mí, lo que yo deseo.
En esta dirección, cualquier
relación, ya sea de amistad, de pareja, familiar, o social, se evaluaba
afectivamente en función de la satisfacción que esta nos proporcionaba. La
ambigüedad de las respuestas “afectivas” satisfactorias en algunas ocasiones e
insuficientes en este orden en otras, llevan a las personas a criticar
abiertamente al objeto de su supuesto amor, al tiempo que la idolatra en otra
área de su mente. Esta dualidad mental versus la integralidad del corazón, es el
paso en el que se encuentra ahora el paradigma universal.
No es, que te ame o no te ame, es
que si amo, hagas lo que hagas, no puedo dejar de hacerlo, porque el amor no es
algo vincular, si no esencial, algo que soy y no que me das, o que siento en
relación contigo. Si mantengo que amo y dejo de hacerlo por cualquier acción
exterior, no amaba, sino que quería, pues el amor es imperturbable, ya que su
morada es en el espíritu donde se
mantiene unido a sí mismo en todos los seres, mientras mi mente divide el mundo
y valora la acción desde la percepción separada del yo.
Hablemos del AMOR:
El amor es perfección se
encuentre donde se encuentre su centro, y no percibirá más que orden, aun en el
desorden más disparatado; por ello cualquier percepción alejada del amor será
incompleta, caótica y por lo tanto “personalista”; pues la parte que “raptó” en
el tiempo un destello de amor para mantener su visión como “yo” percibe el
mundo desde el lugar que ocupa en el tiempo, perdiendo el entendimiento de su posición
en el todo y de las restantes partes que constituyen al Único y así como una
extensión incompleta del amor, seguirá mientras se autodenomine “yo”. La visión
del mundo del “yo”, estará determinada de acuerdo al lugar y tiempo, que la
consciencia evolutiva del Ser, sostenga en la escala evolutiva del Amor. Cuanto
más “yo” menos amor.
El amor sostiene los mundos,
seres, vida y almas, en una sinfonía de relación que promueve el entendimiento
de su esencia, a partir de la disolución del espejismo de la separación. El
aparente orden caótico del mundo, para el observador autodefinido “yo”, es la
consecuencia de su pobre visión personal, al no alcanzar a entender, desde él,
el sentido y la acción temporal de la apariencia universal, como una estrategia
de orden disolutivo, para erradicar cualquier necesidad de expresión temporal,
de todas las partes implicadas en la experiencia del tiempo. En el viaje hacia
el amor, desde el amor, aparece el tiempo y en esa fracción imaginada por dios,
acontece el drama que ha de ser disuelto para volver al principio, con la
consciencia del viaje y la disolución de todo lo que se creó mientras se
realizaba. Partiendo de alfa, llegar a omega, siendo alfa y omega una y la
misma esencia y el tiempo el periplo imaginado que permite a alfa saber de su
naturaleza en omega.
Saber, reconocer, ser desde la
consciencia del orden superior, favorece el entendimiento de la perfección de
cada era, de cada eón, de cada unidad de tiempo, a pesar de su aparente falta
de amor en las manifestaciones personales de las almas implicadas en la
experiencia del mundo; pues en el tiempo el orden del amor se adecúa en cada
instante de acuerdo a las almas implicadas, manteniendo en cada momento la
máxima expresión de su naturaleza de
acuerdo a las posibilidades expresivas de tal entendimiento, que las entidades encarnadas
pueden sostener en el drama del tiempo.
No existe pues, más que amor, si
me despojo de mí mismo. Aun siendo “yo” amor, la actualización de esta fuerza
inconmensurable en mí, distorsionó su esencia al dotarme de sentido en la
creación y sintiéndose yo, perdió su consciencia, por amor; confiada en que su
propia esencia en mí, no hará más que cumplir con su vocación y volver a Ser lo
que siempre ha sido, a pesar de la apariencia imaginada que nos permitió
conocer de primera mano a Dios.
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